Jareth no esperó respuesta. En un pestañeo estaba encima de Ethan, las manos como garfios en la chaqueta de mi hermano. Todo pasó tan rápido que mi mente se quedó atrás, tropiezos y latidos sin sincronía.
—¡Basta! —grité, porque pense que gritándole a los dos esperaba frenar la violencia, aunque fueran ellos dos los que se jugaban todo ahí dentro de esta habitación de hospital.
Ethan no retrocedió. Le devolvió el empujón con la calma de siempre, esa calma que me asustaba más que cualquier furia, mi hermano era distinto a mí, nonsabia expresarse, pero Jareth... Jareth era un volcan en erupción, apretó los dientes y sus ojos eran pozos negros y hasta su respiración se veía diferente, pesada, como si cada inhalación fuera forzada.
Lo que siguió después fue más forcejeo que pelea: puños, empujones, una lámpara que cayó rompiendose al instante. Yo quería separarlos pero apenas si pude moverme, mis piernas se negaron a dar un paso. Me quedé clavada, observando cómo los dos hombres de mi v