Punto de Vista de Nicolás
Mi oponente en el ring de boxeo me había dado algunos buenos golpes. El último casi me fracturó una costilla. Que era exactamente lo que quería; dolor. Me recordaba que seguía vivo.
—Vamos, Herrera —gritó alguien desde las gradas—. ¿Vas a dejar que un corredor de bolsa te dé una paliza?
Se escucharon risas.
Mi oponente sonrió, jadeando. Era más joven, probablemente de poco más de veinte años, arrogante, todo brazos y piernas rápidas. Había estado hablando sin parar desde el primer asalto, pero lo había dejado. Siempre los dejaba creer que estaban ganando.
Una voz grave cerca de las cuerdas intervino: era mi entrenador, Jacobo, con los brazos cruzados masticando chicle como si le debiera dinero.
—Acábalo, Nicolás. Está agotado, ya solo estás jugando con tu comida.
El tipo se lanzó otra vez, intentando un jab directo. Recibí el jab, esquivé el directo y le clavé el codo en las costillas con un contacto satisfactorio que lo hizo jadear.
—¡Así se hace! —Gritó algu