30. Sin poder detener ese sentimiento.
Sarada, aunque sonreía por fuera, se sentía abrumada por las miradas de algunas mujeres, en especial de quienes notoriamente la observaban con desaprobación. Pero disimuló por el bien de su hijo. Un sonido de tambores la sacó de sus pensamientos. La música comenzó y el jeque, con voz firme, dio por iniciada la celebración.
—Disfruten esta noche. Celebremos la llegada de mi hijo como miembro oficial de mi familia. Hay comida, pueden servirse.
Algunas personas comenzaron a bailar, con respeto, dado que se trataba de una recepción familiar y no una fiesta común.
Entonces, el padre del jeque se acercó a Sarada con el rostro serio.
—Mucho tiempo sin verte. No pensé que volverías.
—Hola, señor —respondió ella con respeto—. Tampoco pensé volver… pero la vida es como una ruleta rusa.
—Espero que no causes problemas.
—No sé a qué se refiere —contestó ella, conteniéndose.
Desde lejos, vio cómo Khaled los observaba con atención.
—No te preocupes —continuó el padre del jeque—. No quiero