CAPÍTULO 258. El cuerpo que no aguanta.
Capítulo 258
El cuerpo que no aguanta.
Los pasillos del hospital mantenían un ritmo mecánico: lámparas que parpadeaban, camillas que crujían bajo ruedas de goma, voces medidas que no querían perturbar a nadie. Para Julián, esos sonidos no eran consuelo: eran recordatorios de que la vida seguía su curso sin pedir permiso.
El llanto del bebé, un hilo vulnerable, casi tímido, lo despertó antes del amanecer. Intentó incorporarse, como cada vez que lo escuchaba, como si su cuerpo tuviera una brújula que siempre apuntaba hacia ese ruido. Pero la cama le devolvió el golpe del cansancio. Las costillas le dolían. La respiración le venía corta. Se llevó la mano al pecho, como buscando apaciguar un fuego que no podía apagar.
La enfermera llegó, con la calma de quien repite el mismo ritual desde hace mucho. Le colocó una almohada, ajustó la cama con movimientos suaves y le acercó una copa de agua. Julián la miró con ojos que ya no sabían fingir fuerza.
—Otra vez me pasó —murmuró—. Me faltó el air