CAPÍTULO 130. El topo.
Capítulo 130
El topo.
La noticia de que alguien dentro de la fiscalía estaba consultando sus archivos en tiempo real había actuado como una chispa en un polvorín: el equipo entero se tensó, como si una mano invisible apretara sus gargantas.
Teresa fue la primera en perder la compostura. No lo hizo con rabia; lo hizo con esa urgencia concreta y cortante que viene cuando una madre se siente traicionada por el mundo.
—¿Cómo se supone que confiemos en alguien si nos están matando desde adentro? —explotó, y su voz resonó hasta la cocina—. ¿No ven que nos han metido la daga hasta el mango? ¡Alguien nos pasó la ubicación! ¡Alguien abrió la puerta!
Los guardias de seguridad, apostados en la entrada, clavaron la mirada en ella con incomodidad. Algunos bajaron la cabeza; otros cruzaron los brazos con la rigidez del que está acostumbrado a no hablar demasiado. Teresa los miró como si buscara en sus rostros alguna respuesta que la calmara y no encontró nada.
Gabriel, que hasta entonces había vest