Ilayen gruñó por última vez cuando se detuvo en seco con el nudo explotando por completo dentro de su mate. Este creció tanto que no lo pudo mover atorándose dentro de sus paredes y dejando el glande empujando su cuello uterino donde el chorro de semen pronto comenzó a llenar el interior del útero de la loba con chorros calientes. La sensación fue tan fuerte que intentó seguir embistiendo para alegar su orgasmo, pero no puso. Estaba agarrando tan fuertemente su miembro que si se movía podría lastimarla, ordenándolo y extrayendo cada gota que tenía dentro.
Asya debajo de él solo podía gemir tras haberse corrido junto a él. Su sexo se contraía una y otra vez, alrededor de su pene duro y que demoraría en descender, sus fluidos mezclándose en su interior apenas si se filtraban por lo grande del nudo.
Asya sentía el semen dentro de su vientre y como seguía derramándose, llenando este, como si no tuviera fin. Esta vez no se sintió para nada desagradable, más bien, la sensación era sumamente