Después de regresar con mis verdaderos padres, descubrí una verdad que me dejó sin aliento:
la familia Samaniego tenía un poder que ni diez veces los Rojas podían igualar.
Frente a mí se alzaba una hacienda enorme, imponente como un castillo.
Solo para cruzar la entrada había que pasar por varios portones.
Y lo curioso es que mi padre biológico también se apellidaba Samaniego.
Así que no tuve que cambiarme el nombre.
La familia Samaniego tenía siglos de historia, con negocios y propiedades en medio mundo.
Pero el destino no les había dado descendencia abundante.
Mi padre era el único de su generación que tenía una hija.
Y esa hija… era yo.
Por eso me convertí en la única heredera de esta dinastía.
Desde que desaparecí, mis padres nunca dejaron de buscarme.
Y ahora que había vuelto, no solo me recibieron con amor, sino también con grandes expectativas.
Tras una breve y cálida reunión familiar, papá empezó de inmediato a prepararme como la futura cabeza del clan.
Lo que no había aprendid