Aquella noche, Nicolás se emborrachó.
A la mañana siguiente, cuando desperté, encontré un mensaje suyo:
“Sofía, te deseo un futuro brillante.”
Le envié una respuesta:
“La próxima vez que visites la Manada de Plata, te invitaré a cenar y te mostraré las flores.”
Esa misma noche respondió:
“La cena suena genial, pero paso de las flores.
Era un verdadero Beta, su habilidad para leer a los lobos era impecable.
En los días siguientes, Fidel se volvió cada vez más atento conmigo, trayéndome constantemente gemas preciosas y hierbas de alta calidad.
Él pensaba que yo no reconocía esas cosas, sin saber que eran exactamente las que había usado antes.
Hasta que un día me invitó a acompañarlo al Festival de la Manada Luna de Sangre, que se celebra cada tres años.
Era la gran celebración a la que Marcos y yo siempre habíamos asistido juntos.
Lo pensé mucho antes de aceptar su invitación. Tal vez quería despedirme del pasado.
—¡Mira, mira! Ese conejo asado huele increíble.
—Allí hay gemas de calidad