Nefertari la miró, con una mezcla de miedo y esperanza en los ojos.
—¿Los jardines? Pero… es peligroso. Y si alguien me ve…
—Nadie la verá, señora —aseguró Baketamon—. Conozco los horarios, los cambios de guardia. Podemos encontrar un momento. Aunque sea un rato. Para respirar. Para sentir el aire sin estas paredes encima.
Era arriesgado, una locura. Si su padre se enteraba, si Menkat la descubría, las consecuencias serían terribles. Pero Nefertari estaba tan desesperada que el miedo no importaba. La idea de respirar, de tener un minuto de paz, aunque fuera poco y a escondidas, era demasiado tentadora.
—¿Crees que… que de verdad podemos hacerlo? —preguntó Nefertari, con muchas ganas.
—Con cuidado, señora —respondió Baketamon—. Solo para que no