Desperté con la luz del sol colándose por la ventana, mis ojos aun pesaban un poco por la desvelada de la noche anterior, pero mi mente estaba demasiado viva para sentir solo cansancio. Cada instante con Troyan regresaba a mí en hermosos recuerdos, cada mirada de Magnus con esos ojos brillosos entre plateado y dorado hacían algo en mi corazón que me era imposible de ignorar.
Me revolví entre las sábanas intentando aferrarme a un control que al parecer no tenía. Por más que lo intentara no podía dejar de pensar en él, en el lobo y en el hombre, en cómo me habían mirado y cómo mis propias emociones se habían desbordado ante su cercanía. Me levanté y me acerqué a la ventana, inhalando el aire fresco y recordando como Troyan me había traído hasta mi habitación y acomodado en mi cama, una sonrisa inevitable nació en mis labios al pensar de nuevo en el beso que dejó en mi frente y en las palabras que me dedicó antes de irse.
-Duerme bien mi pequeña hada, mañana te estaré esperando en el mis