Sentí como si el mundo se me viniera abajo; por un instante pensé que había escuchado mal.
—¿Aceptaste? —pregunté con voz temblorosa.
León puso cara de incomodidad.
—Valeria, entiendo cómo te sientes, pero, aunque Jimena no sea tu hermana de sangre, ustedes crecieron juntas. Tú también quieres que mejore rápido, ¿no? —preguntó, con voz suave, intentando convencerme—. Solo vamos a realizar el ritual de marcado. La bruja dijo que eso ayudará a que su cuerpo sane más rápido. No afectará en nada nuestra relación. Yo seguiré siendo tu vínculo de pareja, el padre de Marco.
Antes de que pudiera responder, Marco intervino:
—Mamá, Jimena está muy deprimida. El doctor dice que eso es malo para su recuperación. Por favor, acepta lo que dice papá.
Observé con dolor a los dos hombres que más amaba. Mi pareja de años y mi hijo, al que le había dado la vida. Había entregado todo de mí como pareja y madre, ¿por qué me estaban traicionando por Jimena?
Un largo silencio inundó la sala. Finalmente suspiré, derrotada. ¿Qué importaba ya? Estaba muriendo. Si Jimena quería lo mío, podía tomarlo todo.
Contuve las lágrimas y levanté la mirada hacia León.
—Está bien. Acepto.
Él se sorprendió, pero, inmediatamente, lleno de entusiasmo, tomó un documento de la mesa.
—Perfecto. Este es el contrato para romper nuestro vínculo de pareja. Cuando firmes, rechazaremos oficialmente nuestra conexión.
Mi corazón terminó de romperse en pedazos. Así que ya lo tenía todo planeado. ¿Tan desesperado estaba León por separarse de mí y estar con Jimena?
—Mamá, firma —dijo Marco ofreciéndome una pluma.
Sin levantar la vista firmé rápidamente, rechazando de manera formal el vínculo con León, tras lo cual subí las escaleras hacia mi habitación sin mirar atrás.
—Valeria, te prometo que cuando Jimena se recupere, romperé el vínculo con ella. Te amo a ti, solo es algo temporal —me aseguró León desde abajo, con voz firme.
Sonreí con tristeza. No habría futuro para nosotros.
Él suspiró profundamente.
—Has madurado mucho en este último tiempo. Si antes discutíamos y yo cometía errores, me disculpo por todo eso. Cuando todo esto termine, cuidaré de ti y jamás volveré a lastimarte.
—¡Mamá, yo también prometo portarme mejor contigo! —exclamó Marco—. Estoy orgulloso de tener una madre tan generosa con Jimena.
Sus palabras, que deberían reconfortarme, me destrozaron aún más. La primera vez que me mostraban cariño y agradecimiento era justo después de romper el vínculo conmigo. Qué ironía.
Antes tenía esperanzas en ellos, ahora mi corazón estaba muerto.
Apresuré mis pasos hacia arriba, pero repentinamente la vista se me nubló, cayendo en la oscuridad.
Me despertó el golpe de agua helada en mi rostro. Temblé y abrí los ojos con esfuerzo. León y Marco me miraban con desilusión.
—¿Otra vez fingiendo, mamá? —Marco parecía molesto—. Ya usaste este truco muchas veces. Cambia la técnica, por favor. Papá y yo tenemos que llevarle la sopa a Jimena y ya se está enfriando.
León sostenía aún un vaso vacío.
—Valeria, deja de jugar así. Aunque rompimos el vínculo, yo aún te amo. No necesitas hacer estas cosas para probarme.
Tardé en entender lo ocurrido. Había perdido el conocimiento y su primera reacción no había sido buscar ayuda médica, sino arrojarme agua fría.
Ridícula manera de auxiliar a alguien.
Si tan solo quitaran el bloqueo de enlace mental que mantenían conmigo, sabrían que no fingía, que estaba realmente muriendo. Pero no lo hicieron; nadie quería saber lo que me sucedía.
—Mamá, te ves perfectamente sana. Deja de fingir, por favor —agregó Marco con impaciencia.
Sus palabras eran dagas en mi corazón. Me levanté haciendo un gran esfuerzo. El analgésico del doctor funcionaba demasiado bien, ocultando el estado real de mi cuerpo.
—No fingí. Solo me sentí débil porque no he comido nada. Si van al hospital, voy con ustedes. Aún quedan cláusulas que firmar en la transferencia de la empresa —respondí con calma.
León pareció dudar por un segundo, pero luego asintió. Él ya sabía todo sobre el acuerdo.
Salimos en silencio hacia el hospital. Yo ya no tenía fuerzas ni para reprocharles.