La noche era cerrada cuando Nicolás salió del Hotel Central, donde Emiliano le había expuesto el próximo movimiento. El hombre había sido claro y directo: querían que liderara una misión crítica, algo que probaría su lealtad, pero también marcaría una línea irreversible.
Mientras avanzaba por las calles apenas iluminadas, un peso en el pecho lo asfixiaba. La ciudad parecía diferente a la que él conocía; las luces titilantes y las sombras lo envolvían en un aire hostil y lleno de desconfianza. Nicolás estaba perdiendo algo de sí mismo con cada paso que daba, y aunque su ambición y necesidad de control se reforzaban, había una grieta que crecía a su alrededor, una barrera invisible que se interponía entre él y la paz que alguna vez imaginó.
Un mensaje en su teléfono rompió el silencio, vibrando en su mano. Lo miró de reojo, notando que era de un número desconocido:
"Necesitamos hablar. Sé que tienes preguntas. Bar Dos Lunas, en una hora."
Sintió una punzada de sospecha. A lo largo de la