Nicolás permanecía en su despacho, mirando el reloj con impaciencia. Aquella reunión con Lorenzo y los demás había dejado un sabor amargo en su boca, una mezcla de sospechas y desconfianza que solo se acrecentaba con el tiempo. Sabía que la estructura de Los Sin Nombre dependía de su liderazgo, pero últimamente, algunos miembros parecían más atentos a sus errores que a sus logros, y Hugo, en particular, parecía ansioso por encontrar una debilidad que lo desacreditara.
La puerta se abrió de repente, y Lorenzo entró con la misma calma calculada de siempre. Traía consigo una carpeta negra y una mirada que, aunque serena, reflejaba cierta preocupación.
—Nicolás, tenemos información nueva. —Lorenzo dejó la carpeta sobre el escritorio—. Es sobre la llamada que recibiste. Hemos logrado rastrear el origen de la señal.
Nicolás frunció el ceño y tomó la carpeta, abriéndola con rapidez. La primera página mostraba una dirección en las afueras de la ciudad, en un lugar que Nicolás recordaba bien.