Antonella Cerati, es una mujer que a sus treinta años, no ha encontrado el verdadero amor. Albert Miller, es un hombre que acaba de divorciarse luego de diez años de matrimonio y quien sufre por separarse de sus hijos. Ella, necesita un pretendiente para la noche de navidad, ya que su madre está muy enferma y no quiere morir sin verla frente a un altar y al lado de un buen hombre. Él, tendrá que pasar su primera noche de Navidad, sin sus hijos. La noche de despedida en la empresa, Albert encuentra a Antonella llorando en su oficina. Ella le cuenta su verdad y él se ofrece a ayudarla. Antonella cumple el sueño de su madre enferma, pero de regreso a la ciudad, ella tendrá que enfrentar sus sentimientos por Albert. ¿Logrará seguir siendo sólo su asistente? ¿Podrá separar su vida laboral de la personal, sin salir herida?
Leer másEl grito de Briggitte provoca un escalofrío en Albert, quien sale corriendo del agua luchando contra las olas que se regresan, mientras Eva le pide que espere por ella. Sin embargo, en la cabeza de Albert sólo hay un pensamiento: su madre. —¿Dónde está, Briggittte? —pregunta, aterrado.— ¿Dónde está mi madre?,—No lo sé, Al. Estaba hace unos minutos aquí —contesta con voz trémula— pero de pronto desapareció. —Cuida de los niños —Le ordena— Yo iré a buscarla. Albert sube la pequeña colina y busca desesperadamente con su mirada a su madre; mas, no la halla. El lugar comienza a llenarse de turistas que vienen acercándose a la playa, lo cual dificulta su visibilidad. Como puede, se abre paso entre las personas, mientras siente su corazón latiendo con fuerza y la garganta seca. Traga saliva y avanza.De repente, ve una mujer de espaldas que viste igual a Bernardette, pero que lleva un sombrero sobre su cabeza. —Mamá —dice sujetándola del brazo, la mujer voltea y sacude su mano.
Albert despierta con el sonido de las risas de sus hijos, en el pasillo. Se levanta de la cama, estira los brazos y deja escapar un bostezo. Mira la hora en su reloj, ya pronto serían las ocho, se asea en el baño y minutos después sale del dormitorio. Antes de bajar las escaleras, va hasta la habitación de su madre. La noche anterior había preferido no incomodarla, además de sentirse exhausto por el viaje, no deseaba alterarla emocionalmente. La mañana en el jardín fue bastante fuerte para él.Toca a la puerta antes de entrar, luego con lentitud mueve el picaporte, abre la puerta y entra. Bernardette, aún está en su cama, se incorpora y sonríe, tiene un semblante diferente esa mañana, risueño y lúcido, extiende sus brazos y muestra una cálida sonrisa:—Albert, ven hijo, te estaba esperando. —Hola mamá —Albert se acerca a ella y la toma de las manos, se sienta en la orilla de la cama y besa la frente de su madre. —Que bueno que regresaste pronto. Ya te extrañaba. —Y yo a ti,
La conexión entre la pareja es instantánea, Eva no quiere perder a aquel hombre y está dispuesta a todo por estar con él, así tenga que enfrentar a sus padres. —Quiero quedarme contigo, Albert. No quiero volver a casa esta noche. —¿Estás segura? —pregunta él, considerando las palabras que ella mencionó algunas horas atrás. —Sí, quiero ser tu mujer ahora y siempre. —Eva besa sus labios con ternura y se refugia en su pecho. Aunque para Robert el comentario de Eva es algo precipitado, lo que han experimentado juntos, es lo mejor que ha vivido hasta ese momento. Eva provocaba en él, no sólo deseo sino algo especial, una necesidad de protegerla y de cuidar de ella. Mas, antes de responderle debía decirle cuál era su verdadera identidad. Decirle que había usurpado el lugar de su hermano gemelo. Al amanecer, tocan a la puerta de la posada. Robert se levanta de la cama cubierto apenas por la sábana, abre la puerta siendo sorprendido con un puñetazo en el rostro, que lo hace tastab
Después de aquella conversación, Antonella piensa en las palabras de su amigo. Toma su móvil para llamar a Albert y decirle que aún lo ama. Marca su contacto, aguarda a que atienda, pero repica varias veces sin recibir respuesta. Aún así, insiste un par de veces más hasta que finalmente su llamada va directo al buzón de voz. Permanece pensativa por algunos segundos y luego desiste de llamarlo. Seguramente Albert no deseaba atenderla, ni hablar con ella. En el registro de llamada de su móvil pudo ver que hubo algunos segundos de conversación, por lo que no imagina que pudo haberle dicho Angelo para que él no quiera responderle. Estando aún en la penitenciaria, Albert se despide de su hermano:—Espero que estés bien, debo irme a Martinica hoy mismo. —Adiós Albert. —responde con una actitud distante. Se levanta del asiento mientras el custodio se acerca a él y lo lleva de regreso a su celda. Albert se dirige a la entrada principal de aquel recinto. Allí uno de los oficiales, le
Una vez que su hija se queda dormida, Antonella la coloca en su cuna, recoge la toalla del piso, se cubre y se dirige a la puerta para cerrarla con llave. En ese instante de lucidez, toma su móvil y ve la llamada de Albert, lleva su celular hasta su pecho, mientras las lágrimas brotan de sus ojos. Antonella desahoga su dolor en silencio; si en algún momento tuvo dudas de si debía divorciarse de Angelo, en ese momento está segura de que ya no puede seguir al lado de un hombre como él. Durante esa noche no consigue pegar un ojo, entre la preocupación de que la fiebre volviera a aparecer en su hija, y la angustia de que Angelo intentase a entrar a su habitación, se mantiene despierta mirando como el tiempo transcurre en el reloj de pared. La mañana siguiente, Albert se reúne con la junta directiva de la empresa para informar sobre su nuevo socio, además de nombrarlo como CEO permanente de la empresa, mientras él se mantiene como presidente de AVEMiller. La noticia llena a Blas de
—¿Qué haces en mi habitación? —pregunta Antonella, quien sale con la toalla cubriendo su torso y la cual asegura con fuerza, al encontrar a Angelo cerca de la cómoda. —Vine a ver como sigue, mi hija. —enfatiza.—Ya está mejor, te lo dije en el hospital. —responde en tono hostil.—Me hablas como si fuese mi culpa lo que está pasando con Isabella. ¿Qué es lo que pasa contigo? —increpa. —Déjame sola por favor, necesito descansar un poco. —¿Descansar o hablar con tu ex? —dice lanzando sobre la cama el móvil que sostenía en su mano. —¿De qué estás hablando? —pregunta confundida. —De tu ex Albert Miller. —¿Estuviste revisando mi móvil? —dice tomando su teléfono con rapidez. —¿Cuál es el problema que lo revise? Eres mi esposa. —Tú esposa, no tu propiedad. No tienes derecho a revisar mis cosas personales. —dice, llevando su mano hacia su espalda y escondiendo el celular. Repentinamente, Angelo avanza hacia Antonella, acorralándola contra la pared. Su presencia es imponente
—Buenas noches Sr Paulini, ¿Cómo le va? —Sus palabras están cargadas de completo sarcasmo. —¿C-cómo e-está Inés? —tartamudea. La voz detrás de Inés, la distrae de sus intenciones, mientras Antonella le dice a la enfermera, con los ojos abiertos que no lo delate aún. —Inés —Estefanía la interrumpe— El doctor necesita hablar contigo.La tensión puede sentirse en todos y cada uno de ellos. —Con permiso debo seguir trabajando. Fue un gusto verlo, Sr Paulini —Se da la media vuelta y regresa a la sala de emergencias. —¿La conoces? —pregunta ahora Antonella. —S-sí, es una antigua conocida —responde. Antonella exhala un profundo suspiro. El nivel de descaro de su esposo la perturba a tal punto, que se cuestiona si todas aquellas historias que le contó sobre el abandono de su esposa y su hijo, fueron reales. La pelirrubia se acerca a su padre para informarle sobre la situación de la niña y pedirle que sea él quien la lleve hasta su casa. Aunque Mauro no sabe que ella está al t
—¿Me estás chantajeando, Sandra? —cuestiona con severidad. —No, Angelo, te estoy advirtiendo. —increpa— No es justo que yo haya rechazado al padre de mi hijo por estar a tu lado y que tú, sigas prefiriendo a una mujer que no te ama. Angelo frunce el entrecejo, guarda silencio pues sabe que su amante tiene toda la razón. En tanto, en el hospital, mientras el médico conversa con Antonella sobre la condición de salud de Isabella, Inés observa con detenimiento a la pelirrubia. Aquella mujer parece ser buena, y no la bruja del cuento como le ha contado su hija. —Es apenas una virosis, la paciente estará mejor dentro de un par de días, si la fiebre persiste u observa algún otro síntoma de cuidado, no dude en traerla. —¿Seguro que está bien, doctor? —insiste aún preocupada. —Sí, se lo aseguro. Sólo siga las indicaciones y cumpla con el tratamiento tal como le dije, Isabella va a estar bien. —La voz suave y amable, provocan sosiego en la alterada madre.— Una vez que le suministren
—Buenos noche, mi amor —Sonríe Antonella mientras toma a la pequeña Isabella entre sus brazos para amamantarla, coloca su pecho entre sus labios pero la niña no succiona como habitualmente lo hace. La pelirrubia, como toda madre primeriza, se preocupa e insiste pero la bebé continúa rechazando su pecho. Al tocarle el rostro, siente que está más caliente de lo normal. En seguida toma el termómetro digital, lo coloca en su boquita y la niña comienza a llorar. Camina de un lado a otro, intentando calmar el llanto de su pequeña. La acuesta en la cama, recordando algunos consejos de su madre, toma una toalla, la humedece y envuelve los piecitos de la bebé para bajarle la temperatura. Angustiada, llama a Angelo a su móvil, pero éste no le atiende. Mira la hora, ya debería estar en casa. Decide llamar a la empresa, aguarda algunos segundos y nadie contesta. “Quizás ya viene en camino” piensa. Deja entonces un mensaje de voz, informándole sobre la situación de su hija. Ansiosa, nervio