Antonella Cerati, es una mujer que a sus treinta años, no ha encontrado el verdadero amor. Albert Miller, es un hombre que acaba de divorciarse luego de diez años de matrimonio y quien sufre por separarse de sus hijos. Ella, necesita un pretendiente para la noche de navidad, ya que su madre está muy enferma y no quiere morir sin verla frente a un altar y al lado de un buen hombre. Él, tendrá que pasar su primera noche de Navidad, sin sus hijos. La noche de despedida en la empresa, Albert encuentra a Antonella llorando en su oficina. Ella le cuenta su verdad y él se ofrece a ayudarla. Antonella cumple el sueño de su madre enferma, pero de regreso a la ciudad, ella tendrá que enfrentar sus sentimientos por Albert. ¿Logrará seguir siendo sólo su asistente? ¿Podrá separar su vida laboral de la personal, sin salir herida?
Leer másAntonella, mira el almanaque digital sobre su escritorio. Ver la proximidad de aquella fecha, era un poco estresante para ella. Su madre, no hacía otra cosa que esperar ansiosa la noche de navidad sólo con la esperanza de ver a su hija llegar acompañada de algún pretendiente.
Sin embargo, el sueño de su madre de verla frente al altar, no es el sueño de Antonella. Ella es una mujer liberal, con convicciones diferentes, segura e independiente. Decir que no creía en el amor es exagerar un poco; mas, si de ella dependía, jamás se casaría por complacer a los demás. Blas entra en la oficina, coloca sobre el escritorio el lote de carpetas, dejándolos caer abruptamente para que su amiga volviese a la realidad. Antonella dio un brinco sobre la silla al escuchar el estrépito cerca de ella: —¿A ver, qué tiene mi geme, que está fuera de cobertura y sin señal satelital? —dice, cruzándose de brazos y elevando su ceja izquierda. —¡Qué me has asustado, tío! —exclama. —Es que entro a tu oficina, cierro la puerta, grito, y geme, que no me prestas atención, joder. —Disculpa, es que he estado pensando en mi madre, ya pronto será navidad y no hay una reunión familiar donde no pregunte cuando llevaré a mi pretendiente. —frota su rostro con ambas manos. —Pues no sé qué esperas para buscarte uno. De verdad geme, yo a tu edad tenía no uno, ni dos, sino hasta tres pretendientes. —bromea con su ‘geme’ como suele llamarla para referirse a que ella es su gemela. —Es que para mí una relación debe ir más allá de lo físico y de lo sexual, tío. Mira que he salido con varios gilipollas y todos terminan buscando lo mismo “Sexo express” y si es sólo por eso, con tener mi dildo personalizado con el rostro de Chris Evans, pues me es suficiente. —Wow! ¿Lo usas personalizado? Me dejas loco y dando vuelta en un tacón. —Antonella sonríe brevemente y su rostro vuelve a entristecer. —Es en serio, Blas. Mi madre ha estado algo enferma y no quiero ser una preocupación más para ella. No entiende de una vez por todas que no tengo que casarme para ser feliz. —No lo seas, entonces; busca algún chico en finding love y listo, problema resuelto. Luego le inventas a tu madre que no funcionó, que era gay, que estaba casado. Lo primero que se te ocurra, geme. —El problema no es decirle a mi madre que no funcionó. Es que luego tendré que acostarme con ese chico. ¿No entiendes mi punto, cierto? —dice cruzándose de brazos. —Claro que te entiendo, geme. Pero si no cambias tu forma de pensar, te volverás la tía solterona con la casa llena de gatos. —Eso es lo que menos me importa, me encantan los gatos, los perros… —hace una pausa para luego preguntarle a Blas— ¿Y por cierto, como vas con Marcos? —Ni me lo menciones, terminamos hace dos días. ¡Pero esta vez, es definitivo! Geme, te lo juro —contesta mientras forma un puñado de cruces con sus dedos y los besa. —Si me pongo a creerte las veces que me has dicho que ya no andan juntos… —Pero esta vez sí, geme. Llevamos dos años saliendo y simplemente no quiere presentarme a sus padres. El año pasado era muy reciente y este, es muy tardío, joder que se avergüenza de mí. —No mereces estar con alguien que no se sienta orgulloso de ti. Eres demasiado increíble, Blas. —¿De verás crees que lo soy? —pregunta con la mirada baja. —Eres el mejor de los chicos con el que pueda toparse, Marcos. —sonríe. —Pues sí, lo soy —responde algo envanecido por las palabras de su amiga. Antonella observa a su amigo de pie a cabeza, siempre le ha parecido bastante varonil, incluso cuando lo vio por primera vez en la empresa, estuvo coqueteándole, y fue allí donde Blas, rompió todas sus ilusiones diciéndole aquella verdad: “No me veas linda, soy homo”. Aquel recuerdo le dio una idea a Antonella, por lo que se acerca a su amigo acunó su rostro entre sus manos y le pide: —Hazte pasar por mi novio, Blas. —¿Te has drogado y no me has dicho? —pregunta horrorizado con la propuesta de su compañera de trabajo. —Blas, de verdad necesito que me hagas ese favor, pliz. Hazlo por mi madre, mejor dicho nuestra madre, siempre dices que soy tu gemela. —Déjame pensarlo —Antonella le pone un par de caritas de suplica y Blas termina accediendo.— Considerando que apenas faltan cinco días para Navidad y que Marcos y yo, terminamos, acepto ir. Pero… con una condición —dice paseándose de un lado a otro de la oficina— Nada de besos y abrazos OK. —Gracias, Blas —Se abalanza sobre él, rodeando su cuello con sus brazos y besándole en ambas mejillas. —Empezamos mal geme, recuerda que soy gay pero mi polla no está muerta —Apunta con su boca hacia la parte baja de su pantalón, Antonella sonríe. —No te preocupes por besos y arrumacos, mi madre es bien conservadora y anticuada, jamás le daría un beso a nadie delante de ella. —Entonces, seguimos con el plan. Te acompaño esa noche y me regreso, ¡ah! y por favor le tienes que decir a vuestra madre que soy un empresario famoso y que estoy constantemente viajando. Quiero que piense que soy el hombre perfecto, pero no para su hija. —la mira de pie a cabeza, sabe que Antonella es extremadamente guapa— Por cierto, no tienes algún primo o medio hermano que me presentes. —Joder tío, que soy única hija y mi padre el único hombre que era fiel en el planeta y a cuenta de ello, mi madre piensa que el resto de los hombres son iguales. —¡Hostia, tía, yo soy fiel! —la pelirrubia pone los ojos en blanco. Si eso era posible, Blas sería el amor perfecto pero en el pasado imperfecto. —¿Y cómo te preparas para la fiesta de fin de año? Será este viernes. —No he pensado en eso, la verdad. Me preocupan otras cosas que tener que ver al Sr Miller haciendo alarde de su poder y riqueza, es un prepotente, nariz respingada y creído. —Vaya con tanto halago, voy a creer que estás enamorada del jefe. —Que gilipolleces dices tío, nunca andaría con un hombre como él y menos casado. —Casado, pero no capado. —ella ríe a carcajadas.— Por Dios baja la voz, pareces una urraca. —Entonces, ¿cuento contigo? —se cuelga de su hombro. —Sí, joder que eres insistente más que mi ex cuando tenía ganas de… —la conversación es interrumpida cuando escuchan la puerta abrirse. —Srta Cerati, venga a mi oficina por favor —le ordena el CEO y ella se apresura a ir detrás de él. —Seguro que te ha escuchado y ahora te quedarás sin curro. —susurra. —No lo digas ni en broma, gilipolla…Antonella abre los ojos, mira a su alrededor, incrédula aún de lo que ocurrió esa noche de Navidad. Se lleva las manos al rostro para frotarse los ojos y se encuentra con el brillo intenso de la piedra del anillo de compromiso que resplandece frente a ella. Mira su mano, la mueve y suspira. ¡Sí! ¡Era real! Tan real como aquel intempestivo y alocado encuentro sexual en el que fue suya nuevamente. Mueve su cabeza de lado a lado con una espléndida sonrisa en sus labios. Albert lograba desatar en ella, emociones subliminales y tan intensas que no sabía como negarse y darle un no. Era como si una especie de fuerza magnética la envolviera convirtiéndola inevitablemente en rehén de su propio deseo y del placer.La voz de la pequeña Isabella, la regresa a la realidad. —Mamma, —dice la niña, mientras se incorpora en la cuna. Antonella se sienta de la cama, se coloca las pantuflas y va hasta la cuna. Levanta a Isabella entre sus brazos y la besa tiernamente en las mejillas. La felicida
—Albert, tus hijos, pueden vernos. —susurra ella sin detener sus movimientos pélvicos al momento de sentir como sus dedos (los de él) hurgan entre sus bragas. —No están, se fueron con sus abuelos a Manresa. —murmura él. —¿Y tú hermana, tu mamá? —insiste ella, un tanto nerviosa pero también deseosa de seguir sintiéndolo. —¿Quieres qué me detenta? —pregunta él con incredulidad, ya que puede sentir los pliegues de su sexo empapados y como no para de contonearse. Antonella agita la cabeza de lado a lado respondiendo de forma negativa a su pregunta. Aquel gesto es suficiente para que él dé rienda suelta a la pasión que sólo le provoca la pelirrubia. Albert la hace girar de frente a él y comienza a besar sus labios. Sus bocas hambrientas se devoran y sus lenguas danzan a un mismo ritmo. Las manos de ellas, se aferran a la amplia espalda de Albert, descendiendo hasta la curvatura baja de su espalda para luego detenerse en el nacimiento de sus glúteos. Albert en tanto, presiona su v
—¿Antonella? —Albert levanta el rostro y se incorpora.— ¿Qué haces en Madrid? —pregunta abrumado y aturdido por su presencia. —¡Albert! —susurra ella sin dejar de sostener la mano de su hija.— Vine con mi padre para festejar la navidad y el aniversario de bodas de Blas y mi hermano. —¡Mamma! Ese es mi regalo. —Isabella interrumpe la conversación entre los dos adultos, con sus ojitos tristes y cristalinos. —Sí, princesa es tuyo —responde Albert agachándose y entregándole la caja.— Sólo debes sostenerlo con fuerza para que no se caiga. ¿Vale?—Gracias, señor. —contesta, la pequeña. Mientras Antonella siente un nudo en la garganta y enormes ganas de llorar, al ver que padre e hija están frente a frente sin saber lo que significan el uno para el otro. —Vamos Isabella —Alcanza a decir, tomando en su otra mano, la caja. —Espera, déjame dárselo de regalo. —Albert le pide. Ella asiente y la pequeña Isabella toma de la mano a aquel especie de Santa Claus que acaba de conocer. Levant
A pesar de sus dudas, Antonella sabe que ya es un poco tarde para ella y para Albert. Sólo necesitaba convencerse a sí misma, que todo había terminado y ya. En tanto, en el salón donde acaba de darse inicio a la ceremonia, Albert escucha al juez, asintiendo en cada uno de los compromisos que tiene por delante en su nueva vida al lado de Eva. Hasta ese momento, Ralph desconoce que Abdullah no es su verdadero padre. Mas, tanto Albert como Eva se han estado preparando para contarle esa misma noche, la verdad. Justo cuando el juez está por declararlos como marido y mujer, alguien irrumpe en la sala, deteniendo la ceremonia.—Un minuto Sr juez, yo me opongo a esa boda. —Los invitados voltean para ver quién es esa persona. Albert se gira de frente, mientras Eva cubre su boca con ambas manos. —¡Robert! —murmura Albert al ver a su hermano ¿libre? Debido al comportamiento de Robert durante ese año en la cárcel, y luego de un recurso de amparo que solicitó su abogado, lograron darle
Los días pasan de prisa en la vida de Antonella, quien por ahora sólo se dedica a cuidar de su hija y a apoyar a su padre en la empresa. Mauro ha estado delicado de salud por lo que ella, debe hacerse cargo del imperio Moretti, ya que no cuenta con el apoyo de Marcos.Luego de su boda y de la luna de miel en Santorini, Marcos regresa a Madrid y junto a Blas, ha iniciado su propia empresa de diseño y decoración de bodas, obteniendo rápidamente excelentes ganancias. Por lo que sólo, puede apoyar a su hermana en los asuntos de Marketing de la empresa y eso, cuando le queda un poco de tiempo libre. En tanto, Macarena, durante sus vacaciones en Nápoles, recibe una propuesta de trabajo como Doula y en algunas ocasiones, apoya a Antonella con el cuidado de Isabella, mientras planifica su boda con Miguel. Finalmente podrá cumplir su sueño de tener su propia familia. Además, ha seguido asistiendo a sus terapias y su ansiedad ha disminuido considerablemente, al igual que su contextura física
En el momento que Albert regresa a la mesa en compañía de Eva, esta recibe una llamada telefónica, la cual prefiere atender en privado. —Regreso en un momento —dice alejándose hacia el área de la piscina. Albert aprovecha de ir al sanitario, guiado por uno de los camareros y siguiendo sus instrucciones, entra a la lujosa mansión. Justo cuando se dirige al baño de la primera planta, escucha el llanto de un bebé; movido por la curiosidad, sube las escaleras y se deja llevar por el sonido agudo de su llanto. Abre la puerta de la habitación y ve a la hermosa niña acostada en su cuna, succionando su manita. —¡Hey, hermosa! —la pequeña Isabella observa el rostro de aquel hombre como si lo conociera.— No llores, estoy aquí —levanta a la pequeña y la acuna entre sus brazos logrando que deje de llorar. Antonella mira su reloj, según el horario en el que amamantó a su bebé, aún faltaban algunos minutos. Sin embargo, había algo dentro de ella que la hacía sentirse inquieta y ansiosa. S
Último capítulo