—¿Antonella? —Albert levanta el rostro y se incorpora.— ¿Qué haces en Madrid? —pregunta abrumado y aturdido por su presencia.
—¡Albert! —susurra ella sin dejar de sostener la mano de su hija.— Vine con mi padre para festejar la navidad y el aniversario de bodas de Blas y mi hermano.
—¡Mamma! Ese es mi regalo. —Isabella interrumpe la conversación entre los dos adultos, con sus ojitos tristes y cristalinos.
—Sí, princesa es tuyo —responde Albert agachándose y entregándole la caja.— Sólo debes sostenerlo con fuerza para que no se caiga. ¿Vale?
—Gracias, señor. —contesta, la pequeña. Mientras Antonella siente un nudo en la garganta y enormes ganas de llorar, al ver que padre e hija están frente a frente sin saber lo que significan el uno para el otro.
—Vamos Isabella —Alcanza a decir, tomando en su otra mano, la caja.
—Espera, déjame dárselo de regalo. —Albert le pide. Ella asiente y la pequeña Isabella toma de la mano a aquel especie de Santa Claus que acaba de conocer. Levant