57. Consecuencias del Umbral de Nyx
El aire estaba cargado de un silencio denso cuando cruzaron el lumbral de la cabaña. Ailén caminaba detrás de Raven, observando con atención cada uno de sus movimientos. Él iba con paso lento, firme, pero sin dirección clara, como si sus pies supieran regresar, pero su alma se hubiese quedado atada a otra dimensión.
Las llamas en la chimenea danzaban con suavidad, proyectando sombras sobre las paredes de piedra. Nadie dijo una palabra. Lía se quedó quieta, con los labios apretados y los ojos cargados de preguntas. Liora entrelazó los dedos frente al pecho, conteniendo la emoción de verlo con vida.
Raven se detuvo en el centro del lugar y alzó el rostro. Su cabello estaba desordenado, y su piel, aunque sanada, tenía una palidez antinatural. Bajo la camisa, las marcas de la batalla interna que había vivido comenzaban a oscurecerse como tatuajes de humo que aún no decidían irse.
Ailén quiso correr a abrazarlo. Quiso sentir que todo había terminado, que su Raven había vuelto. Pero algo en