33. Volver a la Rutina
La mañana llegó como un suspiro tibio tras una tormenta que no dejó estragos, pero sí cicatrices. Umbra Noctis amanecía tranquila, con el cielo cubierto por una capa delgada de nubes plateadas que tamizaban la luz del sol. Ailén respiró hondo desde el pequeño balcón del cuarto de su abuela, sosteniendo una taza de café caliente entre las manos. En la cocina, la radio sonaba con una melodía instrumental suave, y el aroma del pan tostado se colaba por la casa como una caricia familiar.
Raven estaba sentado en la pequeña mesa del comedor, vestido de negro, con el cabello aún húmedo tras la ducha. Había traído flores esa mañana, flores reales, no como disculpa, sino como recordatorio. Las puso en un frasco vacío de mermelada, justo en el centro de la mesa. No había palabras en exceso, pero la comodidad del silencio hablaba por ellos.
-- ¿Dormiste algo anoche? -- preguntó Ailén, apoyándose en el marco de la puerta, con una sonrisa suave --.
-- Un poco... -- respondió él, mirándola con una