Sin embargo, la enfermera a la que le había dado indicaciones exactas sobre aquella chica extraña, se acercó a nosotros con nerviosismo.
—Señor Flynn—titubeó.
—¿Qué pasó? —me levanté de la silla rápidamente bajo el escrutinio de Alessandro.
—La señorita despertó y quiere marcharse, así que vine corriendo a avisarle para que hable con ella antes de que se vaya.
No lo escuché dos veces y salí detrás de la enfermera con Alessandro pisándome los talones.
En definitiva, no era para tanto, pero sentía una sensación extraña con esa chica y su hijo.
—¿Habla de Adele? —preguntó mi cuñado.
—No, es otra chica que ayudé.
Fuimos hasta la habitación y solo me permitieron pasar a mí.
La fémina miraba al techo con ansiedad. Tenía enormes ojeras bajo los ojos y en cuanto percibió mi presencia, se encogió en la cama.
—No planeo perturbarte—dije con suavidad—pero necesito saber que te pasó y cómo te llamas.
—Necesito hacer una denuncia—repitió las mismas palabras que dijo en la ambulancia.
—¿Por qué? ¿E