Capítulo 65

Tardamos veinte minutos en estar listos. Eran las ocho de la noche y moría de ganas de despejarme junto a él. Ya no éramos los mismos idiotas del principio que se llevaban como perros y gatos.

No sé si solo era yo, pero percibía una conexión y vínculo inexplicable con él desde que nos acercamos íntimamente, en especial cuando lo vi llorar ante el miedo de perder la fortuna de su familia.

—¿Sabes patinar? —le pregunté.

—No, ¿y tú? —me ayudó a no pisar hielo congelado de la acera y sus pies quedaron llenos de nieve fresca.

—Sí, de pequeña solía practicarlo porque deseaba ser una patinadora o una bailarina de ballet profesional.

—¿Y qué pasó con ese sueño?

—Se fue junto con mi infancia.

—No es verdad, yo puedo ayudarte a cumplir cualquier sueño, por más pequeño o enorme que sea—repuso, sin soltar mi mano.

—No se trata de poder lograrlo o no, sino el deseo en sí—repliqué—ya no deseo convertirme en nada, solo anhelo hacer feliz a mi hermano.

—Y lo lograrás—afirmó—de mi cuenta corre, y lo s
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