Capítulo 5

Bien, si con anterioridad había pensado que Keith Richards había perdido la cordura por completo, me equivoqué. Fue justamente en ese momento en el que me di cuenta de que él padecía de sus facultades mentales. ¿Alquilar mi vientre? ¡Estaba realmente enloquecido! 

Lo miré con incredulidad y me animé a reír, como quién no quiere la cosa, haciendo lo posible para descifrar si era una mala broma y que en algún segundo él se echaría a reír conmigo, pero no fue así. Keith se mantuvo inexpresivo, observándome.

—Por favor, dime que no hablas en serio—dije, después de mi arranque de nervios. 

—Lo es, Tessa. 

—¿En qué estás pensando? —me alteré—no voy a rentar mi cuerpo para darle un hijo a alguien que no conozco. Jamás he estado embarazada y te consta. 

—¿Ni siquiera por dinero? Levi y tú lo necesitan muchísimo.

—Si lo que querías es que vendiera mi cuerpo, me lo hubieras dicho—sisé—y lo habría hecho a mi manera, no con esta estupidez. 

—No vas a tener sexo con la persona que solicita tus servicios—musitó entre dientes, mirando a todas partes—será por inseminación artificial. 

—Es lo mismo. No pienso tener un hijo fuera del matrimonio con alguien desconocido y mucho menos de esa manera—me negué rotundamente y froté mis brazos con desdén, sintiéndome vulnerable.

—Escucha—se inclinó sobre la mesa de manera desconcertante—no tienes qué decidir ahora mismo, tienes un mes para darme una respuesta—la seriedad en sus palabras me estremeció—pero más te vale que en cuya respuesta, haya una aceptación genuina, porque de ser lo contrario, estaremos en problemas.

Me tensé.

—Supongamos que acepto, ¿acaso no habrá problemas con que yo no haya tenido un embarazo antes? He leído por ahí que se tienen que reunir requisitos para poder ser una buena candidata—dije—o a menos que la pareja esté muy ansiosa por tener un hijo, eligiera a alguien como yo.

Una sonrisa surcó el rostro de Keith y comprendí que comenzábamos a entendernos mejor. Si yo fingía aceptar su propuesta, me daría algo de dinero para cubrir otros gastos, y ya cuando fuera el momento de realizar su plan, simplemente le confesaría la verdad: que jamás he estado con un hombre y que mucho menos estaré lista para darle vida a un bebé en mi interior.

—No es una pareja de recién casados con infertilidad que buscan traer un hijo al mundo con tu ayuda, Tessa—me informó. Fruncí el ceño cuando su sonrisa se ensanchó—se trata de un joven ejecutivo que heredará la empresa de su familia si logra concebir un hijo lo más pronto posible. Está dispuesto a pagar muy bien si le ayudo a conseguirlo, es por eso que recurrí a ti.

—¿Qué hiciste? —balbuceé, horrorizada.

—No puedo contarte más detalles de su vida, pero él necesita un hijo urgente antes de que su primo se adelante y herede lo que le pertenece—explicó como si estuviera hablando del clima y no de algo descabellado. Limpié el sudor de mis palmas en los pantalones, incapaz de decir algo en contra, pero cualquier oración coherente se había quedado atascada en mi garganta por la expresión.

—¿Te das cuenta que esto es ilegal? —espeté.

—No es ilegal, por eso contactó conmigo y como el abogado de élite que soy, le aseguré que esto es totalmente lícito, siempre y cuando tú estés de acuerdo con ayudar—se encogió de hombros. Cerré la boca al percatarme que me había quedado boquiabierta mientras hablaba y parpadeé, doblando la servilleta con incertidumbre, haciendo que mis manos estuvieran ocupadas en algo y no asesinando a Keith ahí mismo.

—Te aprovechas de mi situación—le escupí ásperamente.

—Trato de ayudarnos mutuamente.

Azorada, dejé la servilleta por la paz y me llevé la palma de mi mano a la frente. 

—Dame unos días para meditarlo—pedí a regañadientes—tengo que pensar en lo que le diré a Levi de todo esto y, además, necesito hablar en persona con ese hombre que me va a pagar por tener un hijo suyo y poner las cartas sobre la mesa.

—¿Poner las cartas sobre la mesa? —inquirió, perplejo.

—Así es—descubrí mi rostro, y golpeando la mesa con el puño de manera agresiva; lo miré con frialdad—si ese sujeto me necesita para ser millonario, tendrá que acatar mis condiciones, si no, no hay trato. 

Los ojos azules de Keith brillaron de emoción.

—Esa es la Tessa Every que conozco, dura de roer—canturreó.

—Tessa Morgan—le corregí—ese asqueroso apellido no es digno de nosotros.

—De acuerdo, Tessa Morgan—replicó—el miércoles ven a verme a mi despacho para que hablemos más al respecto. Si Levi te pregunta, dile que te he conseguido un trabajo estupendo y que vas a renunciar a los que tienes.

—¿Qué? ¿Renunciaré? Pero…

—Yo soy tu garantía de que no los vas a necesitar más, confía en mí.

—Lo que estoy haciendo es aceptar una locura. Levi me va a matar y me odiará por haber accedido—me agarré las sienes y le di unos masajes de manera circular.

—El miércoles te daré unos papeles, que son las cosas que él está dispuesto a hacer para que tengas cualquier tipo de comodidad que necesites en los nueve meses—dijo y me dio unas palmaditas en el hombro tras inclinarse un poco más sobre la mesa—ya pensaremos qué decirle a tu hermano, no te preocupes.

Nos despedimos al poco rato y yo decidí caminar hasta casa para reflexionar. Era como si hubiese hecho un pacto con el diablo. Me sentía mal, sucia y estúpida al mismo tiempo. Si tan solo mis padres hubieran sido más considerados con nosotros, no habríamos llegado a este punto, o al menos yo. Por lo poco que logré averiguar de la sospechosa muerte de ellos, fue que después de ser acusados de fraude, intentaron “ir” o, mejor dicho, escapar a Asia para resguardarse y en un santiamén, murieron. Probablemente los asesinaron, pero no estaba segura. Apreté los puños de solo pensar en el momento en que se les ocurrió robarle a alguien poderoso y creer que saldrían ilesos. Idiotas. Ni siquiera merecían ser recordados. Me limpié las lágrimas con furia. Tampoco eran dignos de mis lágrimas, mucho menos las de Levi, quién optó por llorar en su habitación en medio de la noche los meses posteriores, ocultando su dolor de mí como todo un hombre. Y si esta ayuda ridícula que Keith me estaba dando era la única forma de sacar a mi hermano adelante, estaba dispuesta a hacerlo. Incluso si ese idiota se le ocurriera proponerme algo más. Mi prioridad era Levi y la matrícula de su universidad. Nada más.  Mi vida o deseos podían esperar. Regresé muy tarde a la casa, justo cuando él abría la puerta para entrar y cuando se percató de mi presencia, sonrió. 

—Saliste—afirmó, con un dejo de curiosidad en su voz.

—Me cité con Keith Richards—le informé. Si iba comenzar a ayudar a esa farsa del embarazo, tenía que empezar a darle pequeños detalles. 

—Ya no me comentaste el porqué de su repentino regreso e interés en nosotros—añadió, cruzándose de brazos. Subí unos cuantos escalones y me dejé caer sobre el último, soltando un bufido.

—Me está ofreciendo un trabajo donde el pago es alto—comenté con flojera, pero en el fondo, mi corazón latía erráticamente por estarle mintiendo otra vez.

—¿Y por qué no te escucho emocionada? —inquirió, sentándose conmigo.

—Eso implicaría dejarte algunos meses solo. El trabajo es fuera de la ciudad.

—¿Qué tipo de trabajo es? —quiso saber de manera protectora. Sonreí para tranquilizarlo.

—Es algo acerca de una agencia de viajes o de negocios, no estoy segura—arrugué la nariz y me dediqué a acomodar su cabello detrás de la oreja—me dio hasta el miércoles para pensarlo y si acepto, en un mes me iría de aquí, no lo sé.

—Keith Richards se largó de nuestras vidas cuando vio problemas—me recordó con amargura. Asentí—pero estoy seguro que no te haría ningún daño aceptar su oferta de trabajo, es decir, será un idiota, pero es de fiar. Jamás le quedó mal a la familia, de hecho, fue al revés. Nuestros padres lo defraudaron.

—¿Quieres que me vaya y te deje solo? —entorné los ojos.

—No quiero que te marches—apresuró a decir con ansiedad y me agarró de la mano, llevándola a sus labios. Besó el dorso y sonreí con ternura—pero si eso significa que abandonarás esos dos trabajos que te están succionando la vida y dejarás que me haga cargo de mí como es lo normal, entonces estoy de acuerdo en que aceptes.

—Levi…

—Obviamente tengo que hablar con Keith frente a frente y me tendrá que asegurar y convencer de que te cuidará.

Recargué mi frente en su hombro y él besó mi cabello.

—Por supuesto. Tú tienes la última palabra—sentencié, y Levi no pudo estar más de acuerdo.

El domingo por la mañana llegamos a la conclusión que queríamos tomar ese día como rehén para no hacer absolutamente nada. Ni siquiera preparar comida o ir al baño sin tener que, casi, arrastrarse para llegar. Tenía que aprovechar el tiempo que me quedaba con Levi antes de volverme una chica totalmente mentirosa y repugnante ante los ojos de la sociedad, o quizá también para Dios, pero confiaba que no. Los días posteriores, fueron como de ensueño. Ningún problema, ninguna queja, fueron buenos días, hasta que, por fin, el miércoles asomó sus narices y tuve que alistarme para ver a Keith en su despacho. Esta vez tuve que pedir permiso en el bufete de abogados para no asistir, el cual me fue concedido. Por alguna extraña y justificable razón, me sentía horrorizada. Estaba a punto de hacerme cargo de algo totalmente drástico y difícil. No podía echarme para atrás, no en ese momento. Pero ¿si le contaba mi patética vida sexual que no había iniciado todavía a Keith, él me lo perdonaría y conseguiría a alguien más sin que yo saliera ilesa? No lo sabía. Abrí la puerta del despacho y noté que él había limpiado y ordenado todo como gente civilizada. Los sillones de piel ya no estaban cubiertos de polvo y el ambiente olía exquisito a lavada. Estaba todo tan impecable que me relajó un poco los nervios.

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