El tiempo pasó rápidamente, casi sin que Clara y Lucas se dieran cuenta. Entre los preparativos, las consultas médicas y los pequeños proyectos que Clara seguía atendiendo, las semanas se esfumaron, y finalmente había llegado el momento de su tan esperada escapatoria. Era un viaje que ambos necesitaban: un respiro antes de sumergirse por completo en la nueva etapa que les esperaba con la llegada del bebé.
El destino que Lucas había elegido era un pequeño pueblo costero al norte, un rincón escondido entre acantilados y arena dorada, donde el ritmo de vida se movía al compás de las olas. No había grandes hoteles ni multitudes, solo casitas de madera, calles empedradas y el aroma del mar que se colaba por cada ventana. Era, sin duda, el lugar perfecto para desconectar del mundo y reencontrarse consigo mismos.
El día del viaje amaneció despejado, con un cielo tan azul que parecía una promesa. Clara, mientras hacía el último repaso de su equipaje, sentía una mezcla de emoción y ansiedad. A