Los días comenzaron a deslizarse con una armonía especial entre la emoción de los preparativos de la boda y la constante búsqueda de inspiración para el nuevo libro de Clara. El ambiente en casa estaba cargado de energía positiva, y aunque el cansancio asomaba de vez en cuando, ambos se sentían envueltos en una felicidad compartida. Cada detalle, desde los colores de la decoración hasta las ideas para sorprender a los invitados, se discutía con entusiasmo.
Una tarde cálida, Clara organizaba su libreta en la cocina mientras tarareaba una melodía. Lucas apareció con una caja polvorienta en las manos y una sonrisa traviesa.
—¡Mira lo que encontré en el desván! —exclamó, dejando la caja sobre la mesa con cuidado.
Clara se acercó curiosa. Al abrirla, encontró un tesoro: fotografías en blanco y negro, cartas dobladas con esmero y algunas pequeñas reliquias familiares.
—Son de mis abuelos —dijo Lucas con nostalgia—. Solían contarnos cómo se conocieron en la playa. Me encantaba escuchar su