Damian seguía de rodillas, abrazando fuerte a Leon tras haber logrado derribar la puerta de acero. Tenía el hombro gravemente herido, respiraba con dificultad, pero sus ojos estaban llenos de alivio por haber encontrado a su hijo.
—¡Papá! —susurró Leon.
Damian le acarició el cabello. —Tranquilo, hijo. Ahora estás a salvo.
Pero entre el polvo y la sombra oscura al fondo de la sala, volvió a oírse un gruñido bajo. Damian no alcanzó a reaccionar cuando Sebastian, de pronto, se levantó a pesar de tener el cuerpo cubierto de heridas. El rostro le chorreaba sangre, pero sus ojos ardían en rojo, llenos de un odio descontrolado.
—¡NO HE TERMINADO! —gritó antes de lanzarse hacia Damian con velocidad aterradora.
Las garras de Sebastian le desgarraron la espalda a Damian por detrás, atravesando piel y músculo. Damian salió despedido hacia adelante y se estrelló contra el suelo de piedra. La sangre fresca empezó a correr, volviendo el suelo resbaladizo.
Leon chilló: —¡PAPÁ!
Damian gimió de dolor