Al día siguiente era sábado. Al mediodía, después del almuerzo, Esperanza instó a Dafne y salieron juntas hacia el centro comercial Finanzas Nacional.
Dentro del centro comercial, había una gran librería. Esperanza le dijo que quería ir allí para ver cómics, y Dafne, sin pensarlo mucho, la acompañó.
Una vez dentro de la librería, Esperanza estaba ansiosa y miraba constantemente la hora en su reloj de pulsera. Durante el proceso, le hizo muchos requisitos: a veces decía que tenía hambre y quería comer un pastelito, otras veces decía que tenía sed y pedía un helado de cono.
Mientras Dafne esperaba en la fila para comprar las cosas, Esperanza se apoyó en la barandilla y observó detenidamente el vestíbulo del primer piso, pensando:
«¿Por qué el tío apuesto todavía no ha llegado?»
Justo cuando estaba inquieta y frunció el ceño, vio a una figura familiar aparecer en su vista.
Emocionada, agitó la mano hacia abajo y gritó a todo pulmón:
—¡Tío! ¡Estoy aquí!
Dafne, que estaba haciendo fila para