Sin embargo, Darío no era tonto. Las palabras de Inés dejaban demasiados vacíos.
—Cómo lo sabes? ¿Por qué fuiste al sanatorio? Ni siquiera conozco a la madre de Dafne, ¿cómo la conoces tú? —pregunto Darío.
Inés evitó su mirada, sintiéndose culpable. Bajó la cabeza y, temblorosa, dijo:
—Yo... fui al sanatorio para visitar a la madre de Hans. Quería que Hans sintiera algo por mí. Creía que empezar por su madre sería más fácil. Darío, en serio solo fui a visitar a Rocío, y no hice nada más... ¡Tienes que creerme!
—¿De verdad? —dudó Darío.
Inés agarró su brazo y suplicó:
—Darío, todos saben que odio a Dafne. Si descubren que también estaba allí, pensarán que soy la asesina. Pero en realidad fue Rocío Darío quien empujó a Elba, ¡yo no tuve nada que ver con eso! ¿Puedes mantenerlo en secreto? No quiero ir a la cárcel...
Darío la miró, con dudas en sus ojos.
Inés lloró desconsoladamente:
—Hermano, prométeme que guardarás el secreto. Prometiste a mis padres que me cuidarías. Hans tiene mucho p