—Hermano, ¿qué te pasa? —preguntó Inés.
Darío echó un vistazo al reloj y la interrogó:
—¿Dónde te has metido? Ya es tan tarde ahora.
—Yo... me fui a tomar unas copas con los amigos, ¿acaso está prohibido beber? —respondió ella intentando aparentar tranquilidad, mientras entraba en la casa y lanzaba su bolso al sofá.
Darío no pudo evitar regañarla:
—Inés, eres una chica. ¿Qué imagen das yendo de bares y bebiendo todo el día? Ya son las diez de la noche. ¿Qué pasa si te encuentras con algún maleante o te pasa algo? Arruinaría toda tu vida.
—Hermano, ya vivimos en una sociedad de ley y orden. ¿Dónde se ven tantos matones en la calle? Pero entiendo que te preocupes por mí … —dijo Inés en un tono dulce acercándose y abrazando el brazo de Darío.
Darío no estaba de humor para bromas, se soltó del abrazo y dijo:
—La madre de Dafne sufrió un accidente. Mañana tengo que ir a darle el pésame. Quédate en casa y compórtate.
Inés fingió sorpresa y preguntó:
—¿La madre de Dafne? ¿Qué le pasó?
—Parece