Cuando llegaron al coche, Dafne dudó un poco en si debería subir. Esperanza, que ya estaba dentro del coche, le gritó:
—¡Mamá, súbete, hace mucho calor afuera!
Dafne echó un vistazo a Hans y el hombre insinuó:
—Súbete al coche primero, y hablaremos cuando lleguemos al Residencial Elíseo.
Dafne subió al coche y se sentó en el asiento, sintiéndose inquieta durante todo el trayecto. Esperanza le agarró la mano y le preguntó:
—Mamá, ¿adónde vamos? ¿Vamos a casa de papá?
—Sí.
—Pero no he traído a Patricio Estrella.
—Lo traje. Cuando volví a casa a buscar ropa limpia, traje la maleta. Todas tus cosas están en el maletero —dijo Dafne.
Esperanza la miró fijamente con sus grandes ojos y de repente preguntó:
—¿Y tus cosas?
La mirada de la niña era tan pura que Dafne no quería mentirle, pero aun así lo hizo:
—También en el maletero.
Parecía que la niña no le creyó y apretó los labios, interrogándola:
—¿De verdad?
Dafne asintió con la cabeza e intentó cambiar de tema:
—¿Recuerdas que siempre quisi