El crepúsculo era rojo sangre cuando Damián regresó a la casa de los Blanco, pisando los restos del sol poniente.

Se escuchó el fuerte sonido de una bofetada.

Un informe médico que apestaba a desinfectante fue lanzado violentamente en el rostro de Serafina, el filo del papel incluso la cortó, dejando una marca roja en su pálida mejilla.

El cuerpo de la joven, encogido en el sofá de cuero, temblaba violentamente como un cervatillo asustado.

—Niveles de serotonina normales, la actividad de los receptores de dopamina es estable, todos los indicadores se encuentra dentro del rango normal —cada palabra de Damián estaba teñida de hielo—. Serafina, no tienes depresión en absoluto. ¿Por qué nos mentiste?

El aire se congeló al instante.

Esteban arrugó el informe médico y lo tiró a la basura. —¿Qué derecho tienes para investigar y violar la privacidad de Serafina? Las enfermedades mentales no se detectan solo con análisis de sangre...

—¿Y esto entonces? —Damián sacó un certificado de diagnóstico