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Capítulo treinta y cuatro 

Llego al auto y acomodo todo antes de volver a conducir. Observo la hora en el reloj. 

¡Rayos! 

La cita con los alemanes es a las nueve.

Manejo lo más rápido que puedo y me estaciono en el primer puesto libre, tomo un sorbo de café y apenas muerdo del emparedado, veo a Andrews al pie del ascensor y apago el auto, agarro a Arturo, las donas y cierro la puerta detrás de mí. 

Llego hacia Andrews y le doy a Arturo—¿ya están aquí? —asiente y toma al niño. 

—Hace media hora, señor—entro al ascensor y preciono el último botón. 

Mi sala. 

Sofía me espera en la entrada del elevador —Señor lo están esperando en la sala. Laseñori

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