*—Callum:
No sabía qué demonios estaba pasando, pero desde el encontronazo entre los hermanos Delacroix, el ambiente en ese piso se había vuelto insoportable. La tensión flotaba en el aire como una niebla espesa, y nadie se atrevía a nombrarla.
Después del incidente, Callum logró calmarse, entró en la oficina para dejar unos documentos al señor Dominick, pero el alfa no solo seguía molesto, parecía al borde de estallar. Sus ojos, normalmente oscuros, habían vuelto a teñirse de dorado, brillando con una furia apenas contenida. Las feromonas que emanaban de su cuerpo eran densas, iracundas, casi agresivas.
Por suerte, Callum había tomado supresores después del encontronazo entre ambos hermanos. De no haberlo hecho, su cuerpo habría reaccionado de una forma poco profesional… y peligrosa.
Sin embargo, no pasó por alto el cristal agrietado de uno de los ventanales. Las líneas fracturadas se extendían como una telaraña, y el daño no parecía producto de un accidente cualquiera. Alguien habí