-Annabel-
El sol estaba alto, y aun así temblaba. No de frío, pero si de nervios. Las calles de la ciudad seguían llenas de gente, autos, ruido… todo tan normal que dolía. Nadie sabía que, a unas cuadras de ahí, una bruja se había escapado por la ventana de su supuesto compañero destinado.
Me metí en un callejón estrecho, buscando alejarme de la multitud y salir de una vez por todas de esa ciudad, antes de que el sello que coloque en mi para ocultar mi olor desapareciera. No era una especialista, así que no podía confiar en que fuera muy efectivo contra un hombre lobo.
Quería creer que Darius estaba equivocado. Que no éramos compañeros. Que todo eso del vínculo era un error, una ilusión. Quería que su voz, tan firme cuando dijo “eres mía”, fuera solo una mentira más de un Alfa acostumbrado a salirse con la suya.
Pero cada vez que cerraba los ojos, podía sentir esa atracción.
—Es solo atracción, nada más. —Murmuré para mí antes de seguir caminando. Pronto estaba ingresando una vez más