Orión Blaine era un completo desastre, no había mucho que pudiese decirse del estado en el que se encontraba. Sentado en un lugar apartado del bar, mientras bebía en silencio.
Su vida era un desastre, la culpa y el resentimiento lo golpeaban uno por uno.
El dolor de haber sido un terrible hermano y haber dejado a Rachel llorando antes de marcharse había hecho que estuviese a punto de regresar a ella, de disculparse y decirle que entendía que era un mal hermano.
Lo cierto era que no había actuado como es debido.
Su hermana siempre había intentado por todos los medios demostrarle su amor, y él, a la primera oportunidad, solo había despreciado su cariño por su resentimiento.
—Tonto… eres un completo tonto… —Orión habló para sí mismo, sin saber que un hombre lo observaba en silencio a un costado. Lo hacía desde que había llegado hacía unos minutos, y mientras lo veía tan perdido en sus pensamientos, no había notado su presencia.
—Sin duda lo eres, ¿cómo puedes actuar como un pequeño niño