Triana se encontraba en la sala de espera de la oficina de policía.
Stephan Rider le había ayudado a entrar al lugar, aunque no se había mostrado de buen humor debido al fallo.
Pero le había dicho que se encargaría de ello, por lo menos lo haría a cambio de que ella fuese y confrontara a su tía. No perdonaría una equivocación de su parte.
Triana, aunque ansiosa, observaba moviendo sus costosos zapatos contra el suelo como un tic nervioso. Fue entonces cuando la puerta se abrió y Triana observó a la mujer, que mostraba una sonrisa al verla.
―Sabía que vendrías pronto, señorita Ayesa... ―Ember habló en un tono jocoso, como si la tuviera en la palma de su mano. Nada más lejos de la realidad.
―Es obvio que vendría, te has equivocado, soy una mujer condescendiente, pero no me gustan los errores ―a pesar de todo, Triana intentaba mostrar frialdad y profesionalismo.
Triana era buena fingiendo. Lo había hecho casi toda su vida, mostrándose como alguien dulce y amable, al menos frente a Alaric