92. Caos
El tic tac del reloj es invisible en la mente de Gerald, cuyo cuerpo apenas soporta todo los golpes que hace sólo unos minutos fueron atestados en su cuerpo.
Apenas se puede levantar del suelo.
Con una de sus manos arropa su propio vientre y tose un poco de la sangre que cae de su boca. Se encuentra en el rincón, apretando el hematoma ya morado en su vientre y costillas. Han pasados unas horas ya desde que los enemigos vinieron. No quieren asesinarlo todavía. Sólo le pasaron un jarrón de agua y unos pedazos de panes que no probó. Debe mantenerse hidratado lo tanto que pueda. No sabe cuánta energía podrá usar si necesita correr para escapar. Vuelve a escupir al piso y sus ojos se van otra vez al candelabro con velas.
Imagina esa luz como la que pertenece a su esposa, a sus hijos. Lo mantiene con los ojos abiertos, lo mantiene cuerdo. Lo que vaya a suceder de ahora en adelante no lo sabe, pero, lo único que espera es el momento adecuado, vulnerable, que consiga, para atacar.
Estos