Las horas habían pasado cargadas de tensión. La policía se reunió con Gracia y Maximilien en la sala de juntas, mostrando en la pantalla de vigilancia las imágenes del acceso a su despacho. No hubo duda. Ahí estaba Lauren, con una risa perturbadora, lanzando al suelo carpetas, pateando muebles y destruyendo sin piedad todo a su paso. La cámara mostraba cómo incluso escupía sobre los cuadros y dejaba todo hecho un caos.
Gracia apretó los puños, tratando de contener la rabia que la consumía. Su pecho subía y bajaba con violencia.
—Sabía que era ella —murmuró—. Siempre lo supe, no sé como no lo dije antes.
Maximilien, serio, le sostuvo el hombro.
—Nadie sabía con certeza que era ella, cariño, afortunadamente ya la policía está aquí, y podrá capturarla de inmediato.
Un oficial confirmó:
—Tenemos todas las pruebas necesarias. Además de las cámaras, varios guardias han confesado que ella los sobornó para abrirle el paso.
Gracia se levantó de golpe.
—Maldita sea, yo sabía que ese par de arpí