48. Te necesito, Remo. Te necesito ahora
Mientras tanto, en la mansión, cuando apenas amanecía, Marianné despertó más cansada de lo normal, con mucho esfuerzo, y se dio cuenta de que Remo no había llegado, y que el “no me esperes”, fue precisamente por eso, porque no llegaría a dormir.
Una mucama llamó a la puerta con el desayuno, pero apenas probó bocado, se sentía sin apetito.
— ¿Puedo? — escuchó a media mañana, cuando la nonna se asomó por la puerta.
Marianné se incorporó con un pequeño sonrojo en sus mejillas, y la invitó a pasar.
— ¿Cómo estás, querida? ¿Por qué no nos acompañaste hoy a la mesa? — preguntó la nonna Vittoria, echando un rápido vistazo a la habitación.
Marianné jugó con sus dedos.
— Me sentía un poco indispuesta.
La mujer le sonrió con cariño.
— Oh, querida, ¿necesitas que llamemos al médico?
— No creo que haga falta.
— Siempre hará falta, además, mírate esas ojeras. ¿Es que no dormiste bien? — preguntó preocupada — No tienes buen aspecto.
— Estoy bien, yo solo…
— Llamaré al médico, ¿de acuerdo?
— Pero… —