40. ¿Regresaras a mi lado?
Después de atravesar un tráfico de los mil demonios, Remo llegó al apartamento de Savino.
— ¿Dónde está Marianné? — quiso saber, enseguida, azorado.
— En la habitación, tu madre y nina…
Sin esperar a que Savino terminara de hablar, Remo subió las escaleras, y no se detuvo hasta que llegó a la habitación.
— Lo quieres… ¿no es así? — escuchó a su abuela cuando iba a entrar, pero se detuvo con el pulso acelerado.
— Yo… me he enamorado de su nieto, pero, él… él solo jugó conmigo — musitó Marianné, al tiempo que él entraba.
Las tres mujeres en aquella habitación alzaron el rostro.
— Eso no es cierto — dijo, abriendo al fin la puerta y plantándose allí de pie, a unos enloquecedores pasos lejos de ella.
Marianné se limpió las mejillas al tiempo que se incorporaba. No le preguntó qué hacía allí o cómo la había encontrado, por qué era más que evidente.
Remo miró a su abuela y hermana.
— Déjennos solos, por favor.
Marianné negó.
— No, no quiero estar en la misma habitación con él… po