39. Remo está seguro de que no pasó nada con Ginevra
Más tarde, esa mañana, Remo despertó con un horrible dolor de cabeza.
— Ah — se quejó agudamente, sin comprender por qué se sentía en aquel terrible estado, y se llevó las manos a las sienes, al tiempo que la puerta de la habitación se abría y Ginevra entraba.
— Buenos días, cariño — saludó con una sonrisa natural y dejó una charola con alimentos para dos en el desayunador junto a la ventana.
Remo frunció el ceño, bastante contrariado.
¿Cariño? ¿Qué carajos?
— Ginevra… ¿Qué estás haciendo aquí? Por favor, sal de la habitación — exigió, a la par que se incorporaba y descubría que solo estaba en ropa interior.
— Pero… creí que te gustaría que te trajera el desayuno a la cama después de lo de anoche.
— ¿De lo de anoche, Ginevra? — rio como si la joven mujer hubiese dicho un chiste y negó con la cabeza, mientras buscaba su pantalón y empezaba a abotonarse la camisa — Escucha, no sé de lo que estás hablando, pero, primero, no deberías pavonearte frente a mi vestida de esa forma, no e