37. Tienes que embarazarte de Remo
Después de un largo silencio, Marianné al fin preguntó:
— ¿Es cierto? ¿Es… cierto lo que dijo?
Odio que lo mirara como si no reconociera en él el hombre que la había convertido en su mujer.
— Marianné, escúchame.
— ¡Responde, Remo! ¡¿Es cierto?!
Remo apretó los puños. Miró a Marcelo por encima del hombro y le pidió que los dejara solos. Cuando volvió su atención a Marianné, suavizó la mirada. Le dolía que lo viese de esa forma.
— Sí, es cierto, pero… — sin que pudiera terminar de hablar, Marianné acortó la distancia que los separaba y le atravesó la mejilla con una fuerza que no supo de donde vino. Lo miró con ojos envenenados. Dios, se sentía tan decepcionada — Marianné, escúchame…
Ella negó.
— ¿Qué quieres que escuche? ¿Lo realmente cruel que puedes llegar a ser? ¿Que mientras dices querer protegerme… hundes más a mi familia? — preguntó con ironía.
— Ellos ya no son tu familia. Yo lo soy. Eres mi mujer, y cuando te divorcies, serás una Gambino.
Ella negó y se limpió rabiosa