33. Remo le miente a Marianne sobre la decisión de la cúpula
Cuando Marianné entró a la habitación de Remo y lo vio allí, postrado en aquella cama y cobijado por un sueño profundo, la atravesó un espasmo.
— ¿Va a estar bien? — preguntó al doctor con evidente preocupación.
El hombre le mostró una sonrisa amable.
— Sí, no se preocupe, es un hombre de roble.
Marianné asintió y musitó un débil gracias, entonces esperó a que el doctor saliera de la habitación para arrastrar una silla y sentarse a la orilla de la cama.
Tomó su mano y la entrelazó a la suya, sintiendo como el frío de su propio cuerpo y la calidez que todavía emanaba de él, colisionaban.
No pudo evitar que las lágrimas empezaran a ahogarla, al mismo tiempo que escuchaba la puerta abrirse. Se giró confundida.
Era Ginevra. También lloraba.
— Todo esto es tu culpa, si lo sabes… ¿verdad? — preguntó con arrogancia contenida. Marianné abrió la boca, pero Ginevra continuó despotricando — Tú eres la única causante que de Remo haya cometido la locura de amenazar a las nonnas de la cúpula