25. Remo besa a Marianné y le da libertades en la mansión
— ¿Cómo está la muchacha, querido? — preguntó la nonna Vittoria a su nieto cuando entró al comedor.
Remo tomó asiento en su lugar, a la cabeza de la mesa. Lugar que había sido anteriormente de su padre, y antes de este, de su abuelo.
— Bien, abuela, gracias por preguntar — le guiñó el ojo y colocó una mano sobre la suya.
La nonna amaba las muestras de afecto de su nieto, y es que aunque los hombres de aquella familia eran fríos con sus mujeres, él había sido una maravilla excepción.
— ¿Cuál será el lugar de esa mujer en la mansión? — preguntó Ginevra, llamando la atención de Remo.
Remo suspiró, esperó a que las mucamas terminaban de servir la mesa y entonces la miró.
— No tiene por qué tener un lugar para recibir y merecer el resto de todos.
Ginevra alzó las cejas y esbozó una sonrisa irónica.
— ¿Por qué habría de merecer mi respeto? ¡Por su culpa mi matrimonio no se llevó a cabo!
— Marianné no tiene influencia sobre la decisión que tomé en cuanto a nuestro compromiso, Ginevra