La fiesta seguía bajo las luces cálidas del jardín, ahora más vibrante que nunca. Isabelle estaba sentada con Camille, Lucie, Evan y Noah, todos comentando entre risas sobre lo sorprendentemente buenos que estaban los cócteles personalizados.
—Este de maracuyá con menta es una locura —dijo Lucie, alzando su copa.
—Oliver se superó este año —añadió Camille—. Hasta el bartender parece sacado de una película.
Isabelle sonrió, pero su mirada se desvió hacia la piscina. Había pasado un buen rato desde que se había apartado de James. Algo en ella la impulsó a buscarlo.
Se levantó con discreción y caminó entre los grupos de invitados, hasta que lo vio: James estaba de pie junto a una pérgola, conversando con una mujer que reía demasiado cerca de él.
Justo en ese momento, Oliver pasó por ahí con una copa en mano, y al ver la escena, no perdió la oportunidad de bromear:
—James, si necesitas una habitación, no dudes en usar cualquiera. Están todas abiertas solo para ti esta noche.