43. ACEPTAR MI PRESENCIA

Capítulo cuarenta y tres: Aceptar mi presencia

Teresa se despertó cuando alguien llamó a su puerta. Se sentó y se apartó el cabello del rostro; vio que los rayos del sol entraban por la ventana.

En respuesta a su invitación, Angelo entró. Llevaba a Stefano cargado al hombro.

—El culpable quiere también tu perdón —anunció Angelo—. Vamos a ir a desayunar. Le he pedido a Ermini que te lleve una bandeja.

—Gracias —respondió Teresa y abrazó al niño cuando Angelo lo depositó sobre la cama. Le examinó el rostro en busca de alguna herida y no encontró nada que la alarmara—. Tendremos que organizarnos para e1 futuro, si vamos a seguir adelante con lo que hablamos anoche.

—Eso no será difícil —aseguró Angelo—. Estoy mucho tiempo fuera. Podremos evitarnos sin mucha dificultad.

—Sí —respondió Teresa. Deseó desviar la mirada de aquel hombre de expresión indiferente, pero le resultó imposible.

Angelo llevaba la camisa abierta y las mangas enrolladas hasta os codos. Teresa supuso que debía de haber
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