Capítulo 13 (sexta parte)

Mi cuerpo no daba para más. Un cansancio excesivo me rellenó como un saco infernal, cosas pesadas metidas allí para ahogarme en un mar profundo y desconocido, temeroso, peligroso.

—Debí matarlo —seguí diciendo, llorando a mares, no podía parar—. Debí matarlo justo después de clavarme esa maldita botella en la cara. Debí hacerlo, Juan. ¿Por qué no lo hice?

Mi guardaespaldas me sostuvo fuerte, combatiendo los embistes enfurecidos de mi cuerpo, y poco a poco me fue calmando, sintiendo cómo me recostaba sobre el sillón, colocando unos cojines bajo mi cabeza para ir a guardar el arma que yo misma saqué de la gaveta.

Pude haberme reído al ver cuándo la desarmó, lo entendía, comprendía perfecto que no confiara en mi juicio.

Bien por él, ni yo misma confiaba en mí.

Regresó y cómo pudo, intercambió el cojín por su cuerpo, por su musculoso pecho, sus fuertes brazos.

Yo, que siempre sonreía, aún seguía llorando. Él acarició mi corto cabello rubio, me dejé hacer todo eso por él, sacando de mi sis
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