Punto de vista de Julio
Al final de la fiesta de compromiso, sentí que por fin podía respirar de nuevo.
Las risas, la charla interminable, las luces brillantes... de hecho, todo allí había sido demasiado ruidoso y sofocante.
Ahora, en mi habitación, me quité los tacones y me dejé caer en el borde de la cama. La suave tela de mi vestido esmeralda se extendía alrededor de mis piernas como una envidia líquida.
Me temblaban los dedos mientras me quitaba los pendientes. Brillaban tenuemente en la penumbra, burlándose de mí con su elegancia prestada.
Todo esta noche fue una actuación, desde las joyas caras hasta los besos cariñosos que no eran reales.
¿Y lo peor?
La imagen de Luis besando a otra mujer seguía grabada en mi memoria.
Los había visto por accidente, pero eso no disminuía el dolor.
El gemido de aquella mujer aún resonaba débilmente en mi mente, seguido de la mirada de Luis.
«No pienses en eso», murmuré, frotándome las sienes. «Es un contrato, no es real».
Intenté creerlo.
Despué