Punto de vista de Julio
Después de que Luis dijera esas palabras que no entendí, me quedé un momento mirándolo respirar.
Ya se había sumido en ese sueño profundo y sin sueños que solo el alcohol podía provocar.
Su brazo colgaba del borde de la cama, el cuello de su camisa ligeramente torcido y su rostro reflejaba cansancio.
Exhalando, suspiré y lo arropé con la manta.
Entonces, al darme cuenta de lo reseca que tenía la garganta, decidí tomar una botella de agua antes de acostarme.
La casa estaba más silenciosa ahora.
La mansión Sánchez tenía una extraña quietud por la noche, como una bestia dormida.
Mis pasos resonaron suavemente mientras caminaba por el pasillo. El suelo de mármol estaba fresco bajo mis pies descalzos, pero no me importó.
El leve zumbido del refrigerador en la cocina fue el único sonido al entrar. Tomé una botella de agua fría, la abrí y bebí un largo trago.
El líquido frío me quemó la garganta con una agradable sensación de calor, calmándola. No me había dado cuenta