Punto de vista de Mateo
Lo primero que noté al entrar en la habitación de Julio esa mañana no fue su expresión, sino sus ojos.
Eran grandes, inquietos y se movían por el espacio como si estuviera mapeando cada salida.
Planeaba irse, estaba clarísimo; no necesitaba una visión para eso.
Y supe, aún más dolorosamente, que no había nadie en esa casa que la detuviera.
Nadie más que yo, pero claramente no estaba interesado en lo que fuera que estuviera pasando en su vida.
Su historia fue inesperada, pero eso no era excusa para que siguiera besando traseros a alguien a quien no le importa su existencia.
Cuando Luis volvió en sí, lo interpreté como una señal para salir de su habitación y, durante todo el camino al garaje, me dije a mí mismo que lo ignorara.
Era inusual, pero por alguna razón, sentía la necesidad de protegerla.
Aun así, me dije a mí mismo que me metiera en mis asuntos. Iba a dejarla hacer lo que quisiera. Pero mis manos seguían apretando el volante mientras mis pensamientos d