Punto de vista de Mateo

Con el corazón en un puño, me dirigí al ascensor, ignorando a Luis y Lita, que intentaban llamar mi atención.

Me temblaba la mano mientras sostenía el teléfono contra la oreja, esperando oír la voz desesperada de Julio.

Sentí un nudo en la garganta y mi mente ya repasaba todos los escenarios posibles en los que ella podría estar.

Sudando profusamente, me preparé para lo peor, para el miedo y la desesperación que había escuchado en sus llamadas anteriores.

Finalmente, se oyó una voz, pero no era la suya.

«Gracias a Dios…»

La voz era frenética y apresurada, casi quebrada por la presión. Pertenecía a una desconocida y apenas podía oír lo que decía por el ruido de las sirenas de fondo.

«¿Quién es?», pregunté con voz más aguda de lo que pretendía, mientras mi pulso se aceleraba.

«Yo… yo soy… soy una de las personas que seguía a la ambulancia», tartamudeó la desconocida con la voz quebrada. «La que fue a buscar… a la dueña del teléfono. ¡Ella… ella tuvo un accidente