Punto de vista de Mateo
El zumbido de mi oficina era casi reconfortante, salvo por mis pensamientos acelerados, empeñados en volverme loco.
Exhalando, me dejé caer en la silla, observando el suave parpadeo de las luces fluorescentes que proyectaban largas sombras sobre mi escritorio.
La pantalla de mi portátil brillaba frente a mí, un recordatorio constante de las fechas límite y el caos interminable de mi vida, pero no me molestaba.
Hace unos minutos, me preparé una taza de café, pero no le di ni un sorbo después del primero, ya que el aroma amargo me quemaba la nariz.
Frotándome la sien, exhalé, hundiéndome aún más en la silla.
«Julio», gemí. Su rostro se negaba a abandonar mi mente por mucho que lo intentara.
Ya era bastante frustrante que estuviera atrapada con ese imbécil de mi hermano, que apenas la utilizaba para conseguir lo que quería.
Abrí los ojos de golpe, los puse en blanco antes de volver a cerrarlos con fuerza. La larga lista de tareas pendientes me abrumaba, pero en l