ENAMORADA DEL PADRE DE MI MEJOR AMIGA. Universo Ferrari.
ENAMORADA DEL PADRE DE MI MEJOR AMIGA. Universo Ferrari.
Por: Jeda Clavo
Capítulo 1: Atracción prohibida.

—¡No puedes irte! Eres una niña —sentenció su padre visiblemente afectado.

Tanya siempre había sido la más tranquila de las gemelas, la más obediente, la más centrada y ahora no entendían porque ese cambio tan drástico en ella, que si no las conocieran bien, pensarían que Leandra había tomado su lugar.

—Soy una mujer, siempre he sido responsable, no quiero seguir bajo el ala de ustedes como un pichón recién nacido, quiero volar… conocer mundo, equivocarme ¿Por qué te cuesta aceptarlo? —inquirió la chica con firmeza.

—Puedes volar en la misma ciudad, cruzando la tierrita, hasta a México te puedes ir, ¡Pero no! A ti te da por experimentar cruzando el Atlántico —dijo Levi, su padre sin poder contener su nerviosismo.

Su madre respiró profundo, aunque le dolía la decisión de su hija, no podía hacer nada, había crecido, tenía que desplegar sus alas, y no podía detenerla. Tanya la observó y se dio cuenta por la expresión en su cara que la apoyaría en esa decisión y así fue.

—¡Déjala Levi! Los hijos no son nuestros, son de la vida. Solo espero que sepas comportarte, te dimos todas las herramientas, te educamos, te enseñamos valores, ahora tú verás si vives de acuerdo a eso —y con un nudo en la garganta tomó la decisión más difícil de su vida.

Tres días después, allí estaba la familia despidiendo a Tanya.

—Quién lo iba a creer, se suponía que yo era el vendaval, pero resultó que la más tranquila fue la que tomó esa decisión. Espero que estés bien hermanita y no olvides que te amo —fueron las palabras de su gemela, antes de abrazarla.

A pesar de su decisión no pudo contener el nudo en su garganta, le daba cierto temor empezar tan lejos, pero ella necesitaba salir de la protección y dominio de los Hall, en Estados Unidos eso sería imposible, pero en Italia no, porque allá ella era una desconocida, una persona común y corriente.

Tres años después.

“Así quedamos, es cuestión de horas para que lo hagamos”, se escuchó al otro lado de la línea.

—Perfecto, espero que te hagas cargo… te haré llegar el pago tal como acordamos una vez que cumplas tu parte del trato —la mujer sonrió con malicia, por fin esperaba poder cumplir con sus más anhelados deseos, no en vano había esperado tanto.

Fuera Alexander llegó y bajó del auto con una amplia sonrisa, estaba ansioso por darle a su esposa su regalo de cumpleaños, quería ver esa expresión de sorpresa cuando se diera cuenta que le iba a dar un auto igual al suyo, el que tanto había deseado.

—Amor, ¿Dónde estás? Te tengo una sorpresa —comenzó a decir apenas entró, buscando a su esposa.

Se detuvo cuando en la sala encontró a su hija Eletta con su mejor amiga Tanya. Quien al verlo se levantó con el rostro teñido por el leve color carmesí.

—Señor Alexander —dijo la chica nerviosa.

—Hola Tanya, ¿Tan temprano en mi casa? —dijo con seriedad y fue su hija quien interrumpió el intercambió y corrió hacia él.

—¡Papá! —lo reprendió, pero luego cambió de actitud— ¡Qué alegría verte! ¿Cómo te fue? —sin esperar respuesta se inclinó y susurró en voz baja solo para que él escuchara—, no seas odioso con mi amiga.

—Es que tu amiga me mira como si fuera un jugoso bistec para un perro —gruñó molesto en voz baja.

—¡Quien te manda a ser tan guapo! Además, es solo una ilusión de una jovencita, ella sabes que estás casado con mamá y sería incapaz de ir más allá de unas miradas… sé amable con ella —le dijo la jovencita y él asintió.

Y como su princesa mayor conseguía de él todo lo que quería, cambió de actitud hacia la chica.

—Disculpa Tanya, era solo una broma. Me alegro de verte —dijo Alexander, su rostro se relajó y le ofreció una sonrisa amable, mientras extendía la mano.

Tanya levantó la de ella, mientras trataba de contener el temblor en todo su cuerpo y sobre todo en su voz.

—Ah, no hay problema, señor Alexander —respondió Tanya, intentando que su voz no temblara.

Realmente era guapo, con su cabello oscuro peinado de forma despreocupada y sus ojos azules brillantes, ella sintió como una especie de corriente eléctrica recorrerla y los latidos acelerados de su corazón.

Se quedó con la mano de él más tiempo de lo necesario, y otra vez la actitud molesta de Alexander se dejpo ver.

—¿Será posible que me entregues mi mano? —inquirió odioso y ella la liberó apenada.

—¡Oh lo siento! Disculpe, no fue mi intención.

Él ignoró sus palabras y giró hacia su hija.

—Bueno, ¿dónde está tu madre? Tengo algo para ella —Eletta se encogió de hombros.

—Creo que está en el despacho, sabes que ese es su lugar preferido… nunca sale de allí —cuestionó.

—No critiques a tu madre, sabes que le gusta mucho trabajar y con esas palabras se alejó de ellas.

Tanya se quedó viendo al padre de su amiga alejarse, mientras trataba de controlar su alocado corazón, cuando se hubo marchado, suspiró profundo y se dejó caer de nuevo en el sofá.

—Si yo fuera tu madre no lo dejaría salir ni a la esquina… vas a decir que estoy loca Eletta, pero es que te juro que hasta sería capaz de matar por tu papá —pronunció la chica distraída.

Tanya no se dio cuenta que su amiga se quedó viéndola como si le hubiesen salido dos cabezas, hasta que ella le preguntó.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó Eletta y Tanya se dio cuenta de lo que había dicho.

—¡Claro que no! Es solo un decir, aunque si es verdad que estoy enamorada de tu padre… aunque llegué tarde, porque los novios de mis amigas y los hombres casados son mujeres para mí y no volteo a verlo de nuevo.

****

Cuando Alexander iba a tocar la puerta su esposa salió.

—Alexander ¡Llegaste! ¿Cuánto tiempo tienes aquí afuera? —preguntó con un deje de nerviosismo en su tono.

—¿Qué pasa amor? Pareces como nerviosa, cualquiera diría que viste un fantasma.

—¡Claro que no! Es solo que no te esperaba —dijo ella llevándose la mano a la nuca y masajeándola suavemente.

—Ven que te traje una sorpresa —expresó Alexander, atrayéndola hacia él para abrazarla.

Tomándola de la mano, la llevó al patio delantera de la casa donde la estaba esperando un auto idéntico al suyo con un gran lazo rojo.

—Feliz cumpleaños mi amor —le dijo mientras Ludovica miraba de manera inexpresiva, pero segundos después, la cambió mientras la posaba en el gran lazo rojo que adornaba el auto.

—Alexander... no puedo creerlo, ¿esto es para mí?— preguntó aparentemente sorprendida por el generoso regalo de su esposo.

Alexander asintió y un atisbo de sonrisa alegre se dibujó en su rostro antes de contestar.

—Por supuesto, mi amor. Todo lo mejor para la mujer más increíble del mundo —pronunció dándole un beso apasionado.

Entretanto, por la ventana Tanya observaba a la pareja deseando ser ella la mujer que Alexander estuviera besando, haría y daría cualquier cosa por serlo.

«El amor prohibido es el más dulce». Oscar Wilde.

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